Ángel Galán, comisario principal: “Por su independencia, yo prefiero a los jueces de instrucción frente a los fiscales”.

Ángel Galán, comisario principal: “Por su independencia, yo prefiero a los jueces de instrucción frente a los fiscales”.

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03/11/2014 00:00
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Actualizado: 08/4/2016 10:20
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Ángel Galán Díez, uno de los grandes investigadores criminales de nuestra historia moderna, se manifiesta sin ambajes de ningún tipo a favor de que la instrucción continúe en manos de los que ya la ostentan: “Por su independencia, yo prefiero a los jueces de instrucción frente a los fiscales”.

TEXTO E IMAGEN: CARLOS BERBELL/YOLANDA RODRÍGUEZ

Es su opinión, destilada de más de 40 años de servicio.

Ángel Galán Díez, comisario principal en la reserva, es de “los últimos de Filipinas”. Una generación, la del 70, que dio grandes investigadores a lo que entonces era el muy respetado y admirado Cuerpo General de Policía, hoy transformado en Cuerpo Nacional de Policía.

Durante siete años, entre 2002 y 2008, hizo una pequeña revolución interna en la Comisaría General de Policía Judicial capitaneando la Unidad Central de Delincuencia Violenta, más conocida como la UDEV. Creó un grupo de buenos investigadores, “de los de película”, que se enfrentaron a los casos más graves que asolaban nuestro país.

No todo fueron éxitos rotundos, es cierto, pero sí superaron con creces a los casos que no encontraron una resolución. Muchas veces, dice, “porque los jueces nos piden ‘la foto’ del crimen, y eso, en investigación, la mayor parte de las veces no es posible”. 

En su haber ha quedado la puesta en marcha de la Sección de Delitos contra las Personas, de los grupos de investigación en desapariciones inquietantes y la investigación de homicidios de difícil resolución. Materia prima de primer nivel para cualquier guionista de cine o televisión o novelistas de novela negra o de acción.

Antes de su paso por la UDEV, Galán fue jefe de la Unidad de Documentación, entre 2000 y 2002; puso en marcha el DNI que todos llevamos hoy. Y después asumió la máxima responsabilidad de la Jefatura Superior de Policía de Extremadura, hasta 2012, donde siguió ejerciendo la investigación cuando lo veía necesario.  

Su pasión, ahora desde la reserva, sigue siendo la investigación criminal, “una gran desconocida”. Para ello, para que deje de serlo, ha creado el Instituto de Probática e Investigación Criminal (IPIC), junto a Begoña Torrente, con el objetivo de desvelar, a todos aquellos que tengan interés en conocer, todos los secretos y los arcanos mayores y menores de la investigación criminal.

Galán ha empezado con un “Curso básico de investigación criminal y probática” en el que los profesores han sido todos investigadores de reputado prestigio y solvencia. Lo más granado del sector.

A la americana. Sólo él podía hacerlo.

Sus alumnos han  sido profesionales del periodismo, del derecho, de la seguridad privada, investigadores privados, agencias de seguros, guionistas de cine y televisión y estudiantes de últimos cursos de criminología, de psicología, de derecho, y profesores de esas Facultades.

¿Cómo nació la historia de este curso?

Llevo pensando hacer cursos de este tipo para profesionales que tengan que ver con todo el sistema judicial, pero que no sean policías, desde antes de jubilarme. Ahora puedo disponer del tiempo que necesitaba.

La cosa es muy sencilla. Uno cuando está, tantos años como yo –han sido 40 años en la investigación-, es consciente de que no se conoce cómo se investiga. Se tienen ideas, a través de las películas. Pero se desconoce la realidad. Se conoce muy bien el derecho, el sistema sumarial instructor, el sistema jurídico, pero muy poco la investigación criminal. Para un abogado, pongamos por caso, ya sea defensor o acusador particular o popular, el conocimiento de esta materia puede ser decisivo a la hora del éxito. Y también para el resto de los profesionales interesados.

¿Qué es lo que más desconocen los alumnos?

Cómo funciona la investigación. Qué es un indicio, qué es lo se hace para buscar las pruebas. Cómo se obtienen. Muchas veces el abogado, el fiscal, hablan de un hecho en sí. De una prueba o de un indicio sin saber realmente cómo se ha conseguido. Hablan de que tienen el ADN del acusado, pero no preguntan ¿en qué condiciones se ha conseguido? ¿En qué estado se encuentra? ¿Por qué en unos casos pueden aparecer rastros y en otros, no?

Si una persona sospechosa deja huellas o rastros en su casa, en el lugar habitual en el que suele estar o para el tiempo, no tienen valor, por ejemplo. Eso pasa mucho

cuando un homicidio se produce entre familiares. Porque es lo habitual.

«LAS SERIES DE CSI HAN HECHO MUCHO DAÑO»

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¿Las series de Policía Científica estadounidense, de CSI, han hecho mucho daño a la investigación criminal en España?

Las series de CSI han hecho mucho daño, mucho. Porque la sensación que da, la idea que transmite al televidente, al espectador, es muy sencilla: que los laboratorios investigan, interrogan, detienen…. Parece que no hay investigadores. Que son ellos. Pero eso es mentira. Pero es que no sólo es mentira aquí, es mentira también en los Estados Unidos. El investigador que existe, el CSI, es nada más que de laboratorio, como es aquí el de la Científica o el de Criminalística de la Guardia Civil. Y el investigador es investigador.

Es de Policía Judicial, normal y corriente. Aquí, en Estados Unidos y en todos los lados. Eso que hacen siempre los guionistas, qué es lo que puede ser vendible, y además se puede llevar a la pantalla, no necesariamente es la verdad.

Yo lo aprendí eso cuando me dijeron que iban a hacer el tema de El Solitario. Cuando vi el resultado comprobé que no tenía nada que ver con lo que habíamos hecho nosotros en la investigación y en la detención. Nada en absoluto.

Cuando les dije que eso no era lo que yo les había contado me respondieron, ‘claro pero es lo que se va a vender’.

Hay una diferencia entre lo que el periodista, el guionista y el director de cine piensan qué es lo que es vendible a la sociedad, y la realidad.

El investigador lo que tiene que hacer es saber qué es lo que ha pasado, cuál es la realidad de un hecho.

Eso mismo sucede con los médicos forenses también, ¿no es así?

Es lo mismo. Nadie duda que un médico forense pueda explicar cómo se ha producido una muerte, la data de la muerte, qué heridas son mortales y cuáles no. Cuáles son perimortem y cuáles son postmortem. Todas esas cosas te las dice un médico forense.

Pero no te dice quién es el asesino. En ningún caso. Pues eso pasa también con los policías científicos. Hay un contrasentido entre el CSI y la realidad que confunde a mucha gente.

Desde los medios de comunicación también se contribuye a eso. Se equipara instrucción a investigación, cuando los que investigan de verdad son los policías judiciales, ¿verdad? 

Así es. Quienes investigan son la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Ertzaintza, los Mossos d’Esquadra, la Policía Foral de Navarra o los investigadores privados. El que sea. Pero siempre es alguien especializado en ese campo.

La instrucción y la investigación son dos cosas completamente diferentes.

Ni el investigador sabe instruir, porque desconoce parte de la legislación procesal. Ni el que está instruyendo sabe investigar, porque desconoce todo lo que es la  investigación.

Yo he escuchado a más de un juez decir que ellos son los que organizan y ordenan toda esa investigación para que sirva en el proceso sumarial, que va a desembocar en el juicio oral. Esa es la realidad.

Los jueces procesan la investigación policial, la transforman en un procedimiento judicial con todas las garantías para que la defensa –sea cual fuere-, no pueda tirarla atrás argumentando que se han vulnerado los derechos fundamentales o que los indicios que servirán de prueba no se han obtenido legalmente, por ejemplo.

Son dos cosas muy diferentes que hay que diferenciar cuando se está trabajando.

«MI GENTE Y YO SIEMPRE HEMOS TENIDO UN OBJETIVO, EN TODOS LOS CASOS QUE HEMOS INVESTIGADO: SABER LO QUE HA OCURRIDO. PORQUE SABIÉNDOLO PUEDES BUSCAR AL AUTOR» 

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¿En la investigación el objetivo final es siempre el mismo: coger al culpable?

No necesariamente. Mi gente y yo siempre hemos tenido un objetivo, en todos los casos que hemos investigado: saber lo que ha ocurrido. Porque sabiéndolo puedes buscar al autor. Es muy simple. No puedes confundirte y forzar pruebas para condenar a una persona.

Eso va en contra de otra filosofía, que existe, que consiste en decir quién es el autor primero y luego se buscan las pruebas contra él. A mí eso me parece una barbaridad y una forma de condenar a inocentes.

Usted fue el ‘potenciador’ de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) del Cuerpo Nacional de Policía, en la que reunió a lo más granado de la investigación criminal. Fue una pequeña revolución.

Yo lo que hice en la UDEV fue pasar de un pequeño grupo de dos personas, que había para hacer pequeñas cosas de investigación de homicidios, y lo convierto en un grupo potente para investigar crímenes que están sin esclarecer y desapariciones inquietantes, que entendemos que pueden ser de homicidios. Y fundamentalmente de mujeres jóvenes. De entre los 14 y los 40 años. Hay muchísimas más de lo que los españoles piensan. Hay más que de violencia de género.

A mí esto me preocupa mucho porque no se conoce este problema.  Un sitio donde no hay un cadáver, en la jurisprudencia española es prácticamente imposible condenar.  Porque por indicio es muy complicado.

Bueno, hay ejemplos de que sí. El caso Marta del Castillo, el caso de José Bretón y los supuestos huesos de sus hijos. Los cuerpos nunca aparecieron y se condenó a los autores…

Pero son casos donde ha intervenido mucho la presión mediática. Le voy a contar un caso. Una mujer desaparece en Hellín, Albacete. No se encuentra el cuerpo pero se detiene a un sospechoso. Se le juzga porque el juez de instrucción y el fiscal consideran que hay pruebas suficientes. El tribunal popular lo considera culpable de la muerte de la mujer, cuyo cadáver no ha aparecido. El presidente del tribunal lo condena a 15 años de prisión.

Su abogado defensor apela ante el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, que revoca la sentencia por falta de pruebas. Porque sin cadáver no puede haber condena.

Me decía un juez, amigo mío, que la Justicia da más derechos a los vivos, aunque sean delincuentes, que a los muertos. Y además fomenta la impunidad en el delito de asesinato cuando se ocupan de hacer desaparecer el cadáver a conciencia. A mi eso me parece muy peligroso.

Es decir, desde su punto de vista, en todos aquellos casos en los que existe interés mediático el resultado es diferente.

Sin ninguna duda. La presión mediática cambia todo. Yo me pregunto, tanto en el caso de Marta del Castillo como en el de José Bretón, qué habría pasado si no hubiera habido esa presión tan grande. Y me contesto: nadie en este país se habría atrevido a decir que eran los autores reales. ¿Los hubiera condenado, a  nivel técnico, un juez? Tengo mis dudas.

A usted le he oído decir más de una vez que en España tenemos un sistema muy garantista…

Absolutamente garantista. Los que están muertos no se pueden defender bajo ningún concepto. A nosotros nos corresponde extraer de ellos la información. Por eso decimos que hablan. Porque nos están diciendo cómo sucedió su muerte. A través de la posición en que quedaron, de los rastros en la escena del crimen.

No es lo mismo que para entrar en una casa hayan roto una ventana que no hayan dejado ninguna pista. Esto te da una idea de cercanía de dónde tenemos que buscar al sospechoso.

En el curso que hemos puesto en escena hemos explicado cuál es la acción que tiene lugar dentro de la escena del crimen. Porque  si hay un buen estudio de la inspección ocular, es más fácil para el investigador saber qué ha pasado y tener un perfil genérico del sospechoso. Esto es muy importante.

Se critica mucho a los jueces jóvenes que salen de la Escuela Judicial y se suele ensalzar la experiencia de los que llevan tiempo. ¿Qué piensa usted?

Mi experiencia me dice que los jueces recién salidos tienen más la idea de la justicia que la técnica y es más fácil que traten de hacer justicia que magistrados con muchísima experiencia que, fundamentalmente, lo que hacen es ver lo que dice la Ley. No es tanto la justicia en sí sino si eso puede quedar bien envuelto con las leyes actuales.

Hay más posibilidad de hacer justicia con los jueces jóvenes que con los más experimentados. Ese es mi punto de vista, desde la experiencia de la investigación criminal y mi trato con todo tiempo de jueces y magistrados.

También es cierto que muchos de esos jueces jóvenes, que yo conocí con dos o tres años de experiencia, pasados quince, siguen teniendo la misma mentalidad.

Influye mucho con quién trabajan, si lo hacen con buenos investigadores que buscan la verdad de lo ocurrido, que se toman su tiempo y que huyen del pelotazo, de los titulares, de la cosa mediática.

 Son gente que si encuentran la verdad, bien.  Y si no, pues le dicen al juez ‘hasta aquí he llegado, no sé más’.

Por ejemplo, hay un caso, el de Sara, una desaparecida en Las Palmas de Gran Canaria. Es una de las espinas que tengo clavadas. Después de un año y medio, de enviar tres equipos diferentes y ver que no pasaba nada, fui yo personalmente para ver qué estaba pasando para comprobar cuál era la dificultad.

Me encontré con un muro de hormigón. A día de hoy no sabemos qué es lo que pasó. A dónde fue. Sabemos dónde teóricamente iba. La falta de datos te da una sensación de impotencia y de frustración.

Y cuando se lo decía al juez, me contestaba, ‘bueno, habrá alguna manera, se habrán hecho ustedes una idea…’.

Ideas fantasmas. No sabemos nada, le dije humildemente. Las ideas se basan en hechos. En la investigación se dan muchas variables temporales, de lugar, circunstanciales, de momento. Se dan mil cosas. Cuando estás absolutamente ciego no sabes qué hacer.

El juez sabe que el investigador no va a engañarle. Si no encuentra nada te dice la verdad. Y cuando es así, va contigo al fin del mundo.

El 97 por ciento de las investigaciones criminales se resuelven por la llamada prueba de indicios. Sin embargo, sabemos que entre los jueces de instrucción hay personas inseguras que si no tienen al criminal con la foto disparando o apuñalando a la víctima en ese momento es difícil que den un paso adelante. ¿Cuántos de los casos en los que las pruebas de indicios han sido esenciales no se han resuelto?

El 98 por ciento. Y estoy diciendo una cifra bastante exacta. De ahí viene una parte de la razón del curso. Viene de que es necesario de que sepan cómo se hace una investigación criminal, a qué problemas tiene que hacer frente, cuál es su metodología, cómo forma sus hipótesis de trabajo, a qué presiones tiene que hacer frente y cómo se superan.

Los jueces saben mucho derecho, igual que los fiscales y los abogados del Estado. Están muy bien preparados, pero de investigación saben muy poco.

Ellos se centran en el derecho. Quizá quién está fallando es el legislador. Porque es el legislador el que hace las leyes. Si ellos no ponen esos medios yo no creo que el juez pueda hacerlo.

Al juez le falta un conocimiento más amplio de lo que son las investigaciones en general. Veo que no tienen las herramientas de las que deberían disponer. Ni a nivel legislativo ni a nivel material.

¿Qué les falta?

Para empezar, una Ley de Enjuiciamiento Criminal. La que tenemos es de 1882, muy antigua. Está muy parcheada. Va siendo hora de que la pongan al día. De que la cambien por otra más moderna.

Los políticos llevan varios años debatiendo sobre si deberían seguir los jueces instruyendo o debería pasarse esa facultad a los fiscales. ¿Cuál es su opinión?

Por su independencia, yo prefiero a los jueces de instrucción frente a los fiscales . Me dan más tranquilidad, aunque sólo sea por la formación. Al juez le preparan para instruir mientras que al fiscal lo preparan para acusar. Y su idea es la de acusar.

Yo en el curso hablo precisamente de la instrucción actual y de la posible instrucción futura. ¿Cuál es la diferencia?¿Por qué se quiere que ahora instruya el fiscal? Yo creo que por estar más cerca del sistema acusatorio europeo.

Pero como sabe muy bien, ya existe la instrucción por fiscales en tribunales de menores en España.

Yo he tenido sólo un caso. No tuve ningún problema con el magistrado y muchísimos con los fiscales.

Hasta llegaron a preguntar si habíamos entrado en el domicilio y si habíamos puesto y quitado cosas. Me pareció aberrante. Sin más. Por eso yo, personalmente, soy más partidario de que el juez siga llevando la instrucción. Porque es independiente y el fiscal, no.

Pero esto nos lleva a plantearnos la pregunta esencial: Si el fiscal asumiera la instrucción, ¿tendría que ser independiente? ¿Podría dejar de tener una dependencia de su jefe local, provincial, regional y, mucho menos, del fiscal general del Estado? Si no fuera así no podría ser independiente y mucho menos justo, con la nitidez que sería requerida.

A día de hoy la Fiscalía depende del Gobierno. Al fiscal general lo nombra el ministro de Justicia. Son cosas que no cuadran. Para que un fiscal sea un fiscal instructor hay que romperle cualquier tipo de jerarquía.  

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A usted le parece que los juicios paralelos tienen finalidades políticas.

Los juicios paralelos son una consecuencia de la sociedad actual. Por una razón muy sencilla: porque la sociedad demanda esa información. Y los medios se la quieren dar como sea, de donde salga. Con lo cual, se fuerzan mucho las situaciones.

No cabe la menor duda de que existen los juicios paralelos . ¿Quién hoy en día no se llevaría las manos a la cabeza si no hubieran condenado a Bretón? ¿Quién hoy en día no se llevaría las manos a la cabeza si a los padres de la niña Asunta Basterra no los condenaran? ¿Tenemos seguridad técnica absoluta de que en el caso de unos huesos de niños de los que no se pueden sacar ADN la condena está bien hecha?

No conozco las pruebas del caso Asunta, pero si son las que han salido en la prensa no parece que aporte  una cantidad excesiva. Además, se han dado una serie de circunstancias que dejan mucho que desear.

Si en la camiseta de la niña han aparecido unas manchas que no tienen nada que ver con el caso es porque se ha producido una contaminación. Eso tendría que anular las pruebas que se han hecho en ese laboratorio porque proceden del árbol envenenado. No ha sido así.

¿De verdad alguien se podría creer que podrían salir a la calle, sin más, después de todo lo que se ha dicho y se ha publicado? ¿No se echaría la gente encima?

Los juicios paralelos son peligrosísimos.  

¿Qué ha visto  raro en el caso Asunta?

Que se ha asemejado a un circo. Una ponencia que he preparado para el curso trata precisamente de esto. Parto de un caso muy conocido, el caso de Burgos.

Mi tesis es que a los investigadores de campo, los que están sobre el terreno, preguntando, indagando, hay que tenerlos protegidos, como en una burbuja, para que no puedan sufrir ningún tipo de presión.

La presión la tiene que aguantar otro, por encima de ellos. Yo le defino como el “cortafuegos” . Tiene que tener un perfil muy concreto. Debe tener experiencia de cómo es la investigación; ser un buen investigador, con el fin de para saber lo que se puede hacer y lo que no. Tiene que tener una categoría profesional suficiente para poder enfrentarse a los superiores. Tiene que ser conocido y respetado por el entorno, para poder hablar con instituciones foráneas y poder mantener el tipo. Y tiene que poder dirigir el meollo de la investigación y cambiar a su gente cuando sea necesario. No es fácil, pero se puede hacer.

¿Es posible una investigación sin filtraciones?

Es posible. Al ciento por ciento. Se lo voy a explicar con un ejemplo. Yo estuve como Jefe Superior del Cuerpo Nacional de Policía en Extremadura y tuve cuatro o cinco casos de homicidio, uno de ellos en el propio Badajoz.

No estaba contento de cómo se había hecho la investigación y decidí dirigirlo personalmente. Fue un caso mediático. El asesinato, de un anciano. Se produjo a apenas cien metros de la Jefatura Superior de Policía, en Badajoz.

Hablé con la juez y le dije, ‘Señoría, necesito que el caso lo lleve usted y un funcionario, y el fiscal, pero nadie más. Para que, si hay una fuga de aquí, sepamos de dónde viene’. Ella me preguntó, ‘y usted, ¿qué va a hacer?’. ‘Poner dos funcionarios’, le contesté. ‘Dos funcionarios y yo. De tal forma que si se produce una filtración, siendo cinco como somos, será fácil saberlo’.

Aunque era un caso muy complicado, no tardamos mucho en esclarecerlo. No más de tres semanas.

La noticia de la muerte la dio en su momento la prensa, pero los datos de quiénes eran los detenidos y que estaban en la cárcel lo dieron 24 horas después de que los acusados entraran en prisión.

Se puede hacer. Otra cosa es que se quiera.

No lo supo la Delegación del Gobierno. No lo supo la prensa. No lo supo nadie más del Juzgado y no lo supo nadie más de la Comisaría. No se produjo ninguna fuga.

Los políticos exigen resultados inmediatos, detenciones ya…

A ser posible según ocurre. Pero se les puede decir que no.

¿Le han dicho alguna vez que no detenga a alguien?

Sí, alguna vez se me ha dicho se me ha dicho, ‘a ese no le detentan’.

¿Y qué ha hecho usted?

Y he dado la orden de detención, sin más. Precisamente para no tener más presiones. Lo detienes y se lo pasas al juez, y con ello, la presión. Uno tiene que saber dónde tiene su conciencia. La conciencia de un funcionario tiene que estar con la ley, porque su función es hacer que se cumpla.

¿Tenemos buenos investigadores criminales?

En estos momentos, no. Así de claro. Y de aquí a poco tiempo, menos. El problema que ese está produciendo en España es muy sencillo: la investigación no se enseña en  ningún sitio. Se aprende con la experiencia, con los casos. Hay que nacer. Yo le decía a uno de mis hombres, que dentro de poco será comisario, ¿hay arquitectos buenos en España? Me contestó, sin ninguna duda. ¿Tú crees que pueden hacer edificios imponentes, como las cuatro torres en los terrenos de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid? ¡Claro! ¿Tú crees que alguno de esos será capaz de hacer lo que hacía Gaudí? Ah, eso no, me contestó. Gaudí era muy especial.

Ese es el investigador bueno, le dije. De esos hay que tener 15 o 20 a nivel nacional. De tal manera que vayan a esos casos raros.

Lo otro se aprende. Yo aprendí y mi gente aprendía conmigo. Para eso la gente tiene que tener un perfil determinado. Yo mantengo que el investigador no se hace, nace. Otra cosa es que con las técnicas y la experiencia se le mejore.

Usted coja ahora una persona que sea incapaz de escribir cuatro líneas con un lápiz y enséñele todas las técnicas que quiera y mire si es capaz de hacer un cuadro. Ya verá como no es posible.

En investigación pasa lo mismo. ¿Qué problema tuve yo cuando mandaba la UDEV Central? Me dieron veinte personas. No las que pedí con un perfil concreto. No, eran veinte personas que tenían mucha ilusión por estar en Homicidios. Al año justo de esas veinte personas sólo quedaban cuatro. Los otros dieciséis se marcharon.

Eso nos da una idea de lo difícil que puede resultar este trabajo. Cuando es una investigación como el caso burgos, como el caso Debora o como el caso Arcos, que son investigaciones que siguen abiertas después de 12, 14 o 20 años, no es fácil que un investigador diga ‘me voy a poner con esto a ver qué es’.

Hay gente que con seis meses están frustrados. Por muchas razones, porque también a la Policía se piensa que vas a llegar triunfando y que te van a caer felicitaciones, y te vas a ir colocando medallas constantemente. Cuando un hecho que estás llevando tú a los dos años sigue sin salir nada hay mucha gente que se frustra. Te tiene que gustar eso para decir, yo voy a ser capaz de sacarlo. Y seguir en ello. No es fácil.

Pero en este tipo de casos, el más fácil que sacamos creo que fue el de Tarragona, el de Aurora Mancebo, y no salió. Se sabe quién es el asesino y está libre. Y lo digo con absoluta seguridad. Porque una cosa es que nosotros podamos decir que no se le puede condenar porque ni siquiera hay juicio. Y otra cosa es que no sepamos. Son dos cosas diferentes. No se puede probar.

¿Existe el crimen perfecto?

No lo creo. No lo he creído nunca. Lo que sí es verdad es que la fotografía del criminal matando a su víctima no existe. Existe en la violencia de género. Ha sido la pareja. Pero cuando se encuentra uno, como en el caso de Burgos, y no estoy hablando de una desaparición, como la de Aurora Mancebo, en Tarragona, que no hay cuerpo. Que simplemente sabemos que salió y no volvió nunca.

Aquí no pueden haber fotografías, como algunos jueces pretenden. En el caso de Burgos hay mucha sangre, hay tres cadáveres, hay una verdadera salvajada, porque uno de los cadáveres tiene más de 50 puñaladas, fotos no vamos a tener. En un sistema tan garantista como el nuestro es difícil.

Nos podemos ir a otro caso. El absurdo que tenemos actualmente, hay un señor que está en prisión, el de Marta del Castillo, él  mismo dice que sí, que  ha matado, pero no sabemos dónde está el cadáver. Si eso a la sociedad  no le parece ridículo….

¿Alguna vez ha encarado a un asesino y le ha dicho que sabe que es el culpable?

Siempre se lo digo a la cara. Cuando tengo las pruebas, aunque sean indiciarias, lo confronto.

¿Cómo reaccionan?

La mayor parte de estas personas son psicópatas. Y los psicópatas son fríos como el hielo. Nadie es consciente de cómo es un psicópata hasta que habla con él. Me he encontrado con gente que te mira a los ojos con una tranquilidad tremenda y te dice: ‘a lo mejor quieres que te diga que lo he matado yo. Pues estás ‘apañao’. Mira a ver si lo puedes demostrar’. Eso es lo que te dicen estos sujetos.

En algunos casos, mi contestación ha sido, pues es que tengo tu ADN. Y les han condenado por ello. Pero incluso en ese momento siguen negando los hechos con una frialdad que te produce escalofríos.

Son conscientes de han hecho el mal pero no tienen sensación de culpa. No la van a tener nunca. Y eso nada mejor que preguntárselo a un psiquiatra. Si es que eso es una realidad.

¿Son recuperables para la sociedad?

Sé lo que dice la Constitución, lo que dice la sociedad, que hay que intentar reinsertar a todo el que ha delinquido. Pero yo estoy convencido de que hay ciertos caracteres de ciertas personas que no son recuperables y a las pruebas me remito.

Lo que pasa es que la sociedad debe ser consciente de que a una persona que ha violado y ha matado y que después recupera la libertad y vuelve a matar… Hay que hacer algo. Es evidente.

 

 

 

 

 

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